La Colina de las Ciencias es un proyecto urbanístico de tiempos de Carlos III que tenía por objetivo enriquecer la vida cultural de Madrid.
Consistió en crear algunas instituciones científicas en una zona alejada del casco urbano. Por entonces, el Paseo del Prado seguía siendo un lugar de recreo fuera de la ciudad. Aquí acudían los madrileños a pasear y hacer vida social y se veía gente a pie y a caballo y algunas carrozas.
A esta colina, que sólo en un extremo está elevada, pertenecen el Museo del Prado, el Jardín Botánico y el Real Observatorio de Madrid. La denominación Colina de las Ciencias pertenece más a la historia que a nuestros días. En la actualidad, la zona es parte del Paisaje de la Luz, Patrimonio Mundial de la Unesco, en buena medida gracias a la actuación urbanística de la que hablamos.
Un nuevo proyecto para Madrid
Ya sabemos que durante el reinado de Carlos III, entre 1759 y 1788, Madrid experimentó una serie de transformaciones importantes. En esta época se creó una red de alumbrado, alcantarillado y recogida de basuras que modernizó enormemente la ciudad.
A partir de 1763 se creó el Salón del Prado, donde se erigieron son algunos monumentos que embellecieron el paisaje urbano. Por ejemplo, la Puerta de Alcalá y las fuentes de Cibeles , Apolo, Neptuno y la Alcachofa. En cuanto a edificios, se levantó el Hospital de San Carlos, que hoy alberga el Museo Reina Sofía.
En esta misma zona, según terminaba de hacerse el Salón del Prado, se proyectó la Colina de las Ciencias. Se trataba de dotar a la capital de España de una serie de instituciones científicas y agruparlas en una especie de ciudad del conocimiento. Una forma de no quedar fuera de la Ilustración imperante en Europa.
En el proyecto se incluyó un Museo de Ciencias Naturales, que se acabaría convirtiendo en el Museo del Prado. A su lado iría el Jardín Botánico, y subiendo la colina estaría el Observatorio Astronómico. Esas instituciones ya existían en otros emplazamientos, pero carecían del impulso necesario.
Paseando por la Colina de las Ciencias
Hoy estas tres instituciones están en una zona céntrica de Madrid, muy agradable para el paseo. Pocos llaman Colina de las Ciencias a esta parte del mapa, porque aquello era la denominación de un proyecto urbanístico. Pero no está de más saber que tuvo su origen en un tiempo en que Madrid necesitaba un impulso para estar a la altura de otras capitales europeas.
El primero de los tres fue el Jardín Botánico. En 1774 Carlos III dio orden de trasladar el modesto jardín botánico creado por su hermano Fernando VI junto al Manzanares, a su nuevo emplazamiento en el actual Paseo del Prado. Creado “para salud y recreo de los ciudadanos”, y para establecer una escuela botánica, el proyecto del arquitecto Francisco Sabatini modificado por Juan de Villanueva se inauguró en 1781.
El diseño del Jardín Botánico buscaba adaptarse a las necesidades científicas de la institución. Para dar mayor empaque al conjunto, se erigió la Puerta Real, ideada anteriormente por Sabatini. Originalmente, ésta fue la puerta principal del recinto, pero con el tiempo quedó como elemento decorativo. El acceso actual está en la Puerta Norte, en la plaza de Murillo, frente al Museo del Prado.
Poco después de la inauguración le fue encomendado a Villanueva la creación de un gran palacio de las ciencias. En él debían instalarse un Gabinete de Historia Natural, la Academia de Ciencias Naturales y un gran salón de juntas. Las obras fueron largas y se interrumpieron por la Guerra de la Independencia, por lo que serían concluidas por el sucesor de Villanueva, López Aguado.
En lo alto de la Colina de las Ciencias
El edificio de Villanueva no se inauguraría hasta 1818, con Fernando VII y María Isabel de Braganza en el trono. Entonces, las ideas habían cambiado y los monarcas quisieron instalar en el edificio pinturas y esculturas que adornaban los palacios reales. Es decir, el edificio nunca llegó a ser usado para lo que se concibió de origen, aunque su uso no fue muy diferente.
Durante el siglo XIX, el edificio Villanueva, ya convertido en pinacoteca, se fue completando con nuevas estancias y accesos. Posteriormente, y ante el incremento de sus necesidades, el espacio expositivo ha ido aumentando. De este modo, se incorporó al Museo del Prado el Casón del Buen Retiro. La última de las reformas, llevada a cabo por Rafael Moneo, ha recuperado el Claustro de los Jerónimos para exposición.
El Observatorio Astronómico se asienta sobre el cerro de San Blas, al final del Paseo del Prado. El encargado del proyecto también fue Juan de Villanueva, que empezó las obras en 1790, poco después de morir Carlos III. En 1808, cuando estalló la Guerra de la Independencia, estaba prácticamente terminado.
Si se eligió el cerro fue precisamente por su posición elevada, ideal para las observaciones astronómicas. A su lado estaba, entonces, la ermita de San Blas, derribada en 1812. El edificio principal recibe el nombre de Edificio Villanueva, con columnas en la entrada y en la cúpula. Una placa en la fachada informa de que se encuentra a 656,8 metros sobre el nivel medio del Mediterráneo en Alicante.
El nombre actual de la institución es Real Observatorio de Madrid, dependiente del Instituto Geográfico Nacional. Igual que el Museo del Prado y el Jardín Botánico, puede visitarse, tanto el edificio principal como los añadidos. Una de sus piezas destacadas es el gran telescopio de Herschell, de 1804.
UN REGALO DE BIENVENIDA
Suscríbete y accede totalmente GRATIS a:
- Mi ebook: "37 planes únicos que te enamorarán de Madrid."
- Guías, Mapas y otros materiales que te resultarán útiles.
- Recibe los nuevos contenidos sobre Madrid en tu email.