A la Posada de la Villa se va a comer asado porque es su especialidad y pueden presumir de ello. Y también cocido madrileño, uno de los más apreciados de Madrid.
Ubicada en la Cava Baja, la Posada de la Villa luce un cartel que dice “Casa fundada en 1642”. No llevan todo ese tiempo asando corderos, pero sí cuentan con una larga historia de viajeros y hosteleros.
Hosteleros desde 1642
Si utilizan la expresión desde 1642 es porque entonces en este mismo lugar hubo una posada de viajeros. Los forasteros solían alojarse y comer en esta calle, que es donde paraban las diligencias. Mucho que ver con esta circunstancia tendría el Mercado de la Cebada, de gran afluencia, situado a escasos metros.
Como dijo Isabel Montejano, la posada fue amparo de trotamundos, viajeros, caminantes, arrieros, cómicos de la lengua, vendedores, tratantes, trajineros, artesanos, ministriles, huertanos, muleros, aguadores, ganaderos y otras gentes de buen y mal vivir. Una hornacina en su fachada da cobijo a San Isidro Labrador, patrón de la villa.
La Cava Baja ha albergado desde siempre gran cantidad de bares y restaurantes. Por uno de sus lados discurría la muralla de Madrid, con un foso que dio nombre a la calle. Todavía pueden verse los restos de aquella muralla, algunos en el interior de sus locales. Actualmente se cuentan unos 50 restaurantes en apenas 300 metros.
La historia de la Posada de la Villa no la conocemos en detalle. Desde el siglo XVII sufriría diferentes avatares, seguramente con variedad de comercios adaptados a las épocas sucesivas. Durante un tiempo fue el único molino de harina de Madrid. En algún momento del siglo XX perdió actividad y el edificio amenazó ruina.
Hacia 1980 el empresario Felix Colomo Domínguez decidió hacerse cargo del local y convertirlo en horno de asar. Y eso precisamente, el horno, es lo primero que vemos al entrar al restaurante. Y también lo primero que olemos, porque su aroma lo percibimos ya desde la calle.
Asados y cocido madrileño en la Posada de la Villa
De sus dos especialidades, el cordero lechal asado es la más llamativa y la más demandada. No todos los restaurantes cuentan con horno propio, del mismo tipo que vemos en los locales tradicionales de Castilla.
El de la Posada de la Villa tiene buen tamaño y buena pinta. Acompañado de largas ristras de ajos y recipientes de barro, parece que llama al visitante antes de sentarse a la mesa. Una gran parte de los comensales lo piden, atraídos por el olor y por el ambiente de mesón antiguo que encuentra en el interior.
El cocido madrileño es su otra especialidad. En las listas de los mejores cocidos de Madrid suele estar entre los primeros puestos. Se sirve en dos vuelcos y se puede repetir al gusto, tanto que nunca falta.
Está hecho en puchero, que parece que le da un encanto y un sabor especiales. Uno de sus secretos es el tiempo de cocción, puesto que se hace con la lumbre baja. Quizá sea éste el motivo por el que el cocido madrileño sólo se sirve previo encargo.
La carta de la Posada de la Villa
Además del cordero asado y del cocido madrileño, el restaurante ofrece otras opciones apetecibles. De inicio, te obsequian con unas olivas y unas croquetas de jamón, para ir abriendo boca. Tanto unas como otras te anuncian que lo que viene va a merecer la espera.
La carta no es muy larga, pero cuenta con platos seleccionados, algunos muy especiales. Por ejemplo, los callos a la madrileña, los caracoles en salsa o la cebolla del Posadero. También entre los entrantes tienes algunos habituales: pimientos rellenos de carne, gambas al ajillo, verduras a la plancha, ibéricos, sopa de ajo con huevo o revueltos.
Como platos fuertes encontramos pescados y carnes típicos. Algunos son muy de aquí, pero difíciles de encontrar en otros establecimientos de Madrid o de fuera. Ni la pepitoria de gallina ni el braseado de gamo son muy habituales en las cocinas actuales. Arroz con conejo, rabo de toro estofado, chuletón, lomo de buey o bacalao de la casa completan la oferta.
En cuanto a los postres, también tienen variedad de recetas caseras. Quizá lo más llamativo sea probar el Postre Posadero, que combina bartolillos, milhojas y leche frita. En la lista también figuran helados, sorbetes, tartas y flan al caramelo.
Un auténtico mesón castellano
Uno de los grandes atractivos de la Posada de la Villa es la decoración de sus salones. Su interior te transporta a los mesones que sueles encontrar en pequeños pueblos de Castilla. Es difícil saber si los mesones madrileños de hace tres siglos eran así. Pero podemos imaginarlos parecidos, quizá más toscos, casi seguro que con menos lujos.
Encontramos techos y vigas de madera, mobiliario recio, paredes de ladrillo y ventanas coloreadas. De las paredes cuelgan objetos antiguos y algunos cuadros con escenas de otros tiempos. Un viejo mapa nos muestra la villa en el siglo XVII y una figura de madera representa una diligencia como las que pasaban por esta calle.
El restaurante se divide en tres plantas. Sus salones llevan nombres sugerentes, como Salón del Horno, San Isidro, Villa y Corte e Isabel Montejano. Algunos funcionan como salón privado, lo que permite organizar comidas especiales para grupos.
El detalle de las sillas puede ser muy turístico pero resulta simpático. En sus respaldos se puede leer el nombre de personajes públicos que se han sentado en ellas para comer. Por ejemplo, el periodista José Luis Balbín, el músico Paul Anka, el juez Baltasar Garzón, los políticos Juan Barraco y Alberto Ruiz-Gallardón, la actriz Salma Hayek, el escritor Mario Vargas Llosa, el piloto Carlos Sainz.
La Posada de la Villa está en la Cava Baja, 9. En este mapa del barrio de La Latina puedes situar la Cava Baja con el número 9.
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